Videovigilancia de hoy y mañana

videoviuyPor Matías Jackson

Que las cámaras de seguridad llegaron para quedarse no es una novedad. Que son el mecanismo preferido por el Ministerio del Interior para disuadir el crimen tampoco. A continuación algunas cuestiones que deberíamos tener en cuenta antes de “sentirnos más seguros” si hay cámaras.

El reclamo por frenar la sensación de inseguridad ha sido contestado por el Ministerio del Interior con la instalación de más y más cámaras, el uso de drones y la compra de software de vigilancia (Incluida la tentativa de compra a The Hacking Team, cuyos archivos fueron filtrados a WikiLeaks hace un par de semanas).

No voy a ser hipócrita. ¿A quién no le gusta poder caminar tranquilo por el barrio sin miedo a que nos roben? ¿O poder ir al Estadio tranquilo sin que una barra brava se vuelva loca y te arruine el domingo? Es verdad, las cámaras han servido para atrapar a unos cuantos en los rincones de la ciudad donde han sido instalados. Es más, cuando una funcionaria de Facultad de Derecho me informó que hace tres semanas robaron 4 proyectores y 2 notebooks de los salones de Facultad, mi primer comentario fue: “Van a tener que poner cámaras”.

Los vecinos de los lugares donde hay cámaras instaladas, felices. Han servido para aumentar la eficiencia de la policía a la hora de atrapar a quien comete un delito, o al menos han movido de lugar a los delincuentes, hacia zonas sin videofilmación.

Ahora bien, esas grabaciones permiten a diversos funcionarios, tener una visión general de cualquiera que transite por esas calles, sea inocente o culpable. Todos pasamos por esos lentes.

Lamentablemente, nadie parece cuestionarse esto. Y no los culpo. El miedo a ser rapiñados es tan grande que sentir que el Ministerio del Interior se pueda inmiscuir en la intimidad de todos parece poco importante. En el binomio libertad-seguridad, la primera viene perdiendo y nadie dice nada.

Un futuro no muy lejano

Todos estos argumentos a favor de una mayor vigilancia, son resultado de una situación “temporal”. La inseguridad, o sensación de inseguridad, como quieran llamarlo responde a una situación “de ahora”, de este momento, pero la pérdida de privacidad se mantiene para siempre. Una vez que cedimos ese espacio es muy difícil volver al estado anterior.

Por poner un ejemplo claro: la tecnología de reconocimiento facial está de moda y ya se encuentra disponible en cámaras de vigilancia. Sin ir más lejos, en el Estadio Centenario se instalaron algunas en el 2014.

Es cuestión de tiempo para que esas mismas cámaras que nos filman hoy en la Ciudad Vieja o cuando subimos al ómnibus, sean sustituidas por modelos más nuevos que permitan identificar a cada persona que pasa por el lente.

Una vez masificada esta tecnología bastará introducir el nombre de cualquiera y seguirlo por la ciudad, ver dónde está, dónde estuvo, con quién, escuchar sus conversaciones. Todo filmado y recuperable en cualquier momento. Y no vamos a poder decir que no, porque las cámaras ya están, ya cedimos ese espacio. ¿Soportaremos todos el archivo?

Toda esa información otorga un gran poder a quienes la manejan. Es fácil imaginar abusos por parte de funcionarios. Pero aún con sus usos legítimos se le está dando mayor poder al Estado, un poder que no todos tienen conocimiento ni voluntad de entregar.

¿Queremos que esto suceda? Antes de proclamar por más y más cámaras deberíamos pensar si realmente con ellas estamos atacando la delincuencia, o son sólo medidas que parchean una situación que asusta a la mayoría de los uruguayos.

La tecnología por sí sola no soluciona problemas sociales. Hay que saber aplicarla, con criterio y respetando los derechos de las personas. La videovigilancia es sólo un ejemplo más de cómo imperceptiblemente, sin darnos cuenta, se nos quitan libertades en favor de “mayor seguridad“.

Al final, el panorama planteado por Person of Interest no era tan lejano como parecía cuando se estrenó en 2011.