Víctimas de nuestro ADN

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Por Mauricio París

La edición de octubre de Wired cuenta la historia de Michael Usry, un estadounidense de Nuevo Orleans, que en diciembre de 2014 se vio sujeto a una investigación como potencial sospechoso de un asesinato ocurrido en 1996. Su incriminación con el caso se dio por una muestra de semen hallada en la escena del crimen. El FBI dio con él luego de realizar una búsqueda familiar de ADN o Familial DNA Searching, una técnica forense utilizada en Estados Unidos y algunos otros países en casos en los que existe una muestra de ADN en una escena criminal pero esta no puede asociarse a un sospechoso cuyo ADN se encuentre ya registrado en las bases de datos policiales. En consecuencia, se conduce una búsqueda adicional en otras bases de datos de ADN disponibles con la finalidad de identificar parientes biológicos cercanos a la persona cuya muestra se encontró en la escena del crimen.

La mala suerte de Usry consistió en que su padre había participado en una donación voluntaria de ADN a la Sorenson Molecular Genealogy Foundation (SMGF), que cuenta con la mayor base de datos de ADN del mundo, con más de 100.000 muestras de voluntarios provenientes de más de 100 países. Muchos de esos voluntarios son miembros de la iglesia mormónica, que se caracteriza por un marcado interés en la genealogía, los orígenes geográficos y los patrones migratorios. Pese a que las donaciones de ADN se realizaron para fines meramente académicos o estadísticos, lo cierto es que posteriormente la SMGF vendió la base de datos al portal Ancestry.com, que la convirtió en una base de datos de consulta pública.

El FBI consultó dicha base de datos y encontró un ADN similar al de la muestra de semen encontrada en la escena del crimen, y consiguió una orden judicial para que Ancestry.com revelara los datos del titular de la muestra, que no era otro más que el padre de Usry. A partir de allí se realizó una investigación de todas las conexiones de éste, hasta encontrar a su hijo Michael, a quien una serie de evidencias absolutamente circunstanciales como haber dirigido filmes con violentas escenas de muerte y tener dos hermanas y algunos contactos en Facebook residentes en Idaho -Estado en el que el crimen fue cometido- lo convirtieron en sospechoso. Finalmente, el FBI consiguió una orden para tomar una muestra de ADN de la mejilla de Usry hijo, y luego de 33 días se determinó que su ADN no coincidía con la muestra que, 18 años antes, había dejado el sospechoso en la escena del crimen. El crimen sigue aún sin resolver.

El de Usry es sólo uno de los varios casos en donde las técnicas de Familial DNA Searching dan mucho de qué hablar. Se cuestiona en primer término el hecho de que la búsqueda que se conduce no es para identificar el ADN del sospechoso no identificado, sino para deliberadamente buscar ADN de familiares cercanos. Es decir, se trata de identificar personas que de antemano se saben inocentes, y someterlas a una investigación policial por el simple hecho de compartir caracteres genéticos similares con un presunto criminal.

Los defensores de esta técnica defienden la existencia de un interés superior de resolver un delito grave. Por ejemplo, según datos disponibles en el sitio web del F.B.I., en el Reino Unido, para el año 2011 se habían realizado 200 búsquedas familiares que habían contribuido a resolver aproximadamente 40 crímenes graves. Sin embargo, las consecuencias reputacionales que estas investigaciones pueden acarrear en personas inocentes pueden ser devastadoras, máxime si se toma en consideración que el tipo de crímenes que usualmente dan mérito a estas investigaciones tienden a ser lo suficientemente graves como para despertar el interés de los medios de comunicación, que pueden filtrar informes de que una determinada persona es investigada por la policía en relación con ese delito. De hecho, la técnica se presta para que toda una familia sea investigada como sospechosa de un crimen, pudiendo incluso provocar un estigma familiar de difícil reparación.

El hecho de que sea utilizadas bases de datos privadas también es un elemento controvertido. En el caso que nos ocupa, ¿Qué garantías de conservación, identificación y trazabilidad pueden existir en una base de datos privada? Sería de esperar que una investigación de esta naturaleza sea conducida sobre bases de datos sobre las que consten protocolos de seguridad adecuados que permitan determinar que las muestras no han sido alteradas y que pertenecen a quien dicen pertenecer. Dichos protocolos se pueden encontrar presumiblemente con mayor seguridad en bases de datos policiales.

Sin duda, uno de los elementos que más choca con la protección de datos personales, es el que las muestras de ADN hayan sido compartidas por los voluntarios para una finalidad y que después hayan sido no sólo usadas para otros fines, sino además transferidos a un tercero sin el consentimiento de sus titulares. El error ha sido tan grave que Ancestry decidió suspender el uso de la base de datos con el argumento de que fue utilizada para fines distintos de los que perseguía.

El tema es polémico porque coloca dos valores importantes en contradicción: la justicia y la privacidad. Se dice que la búsqueda familiar de ADN no es una prueba, es una herramienta de investigación, y en efecto así debería ser tratada y sometida a estrictos controles legales que permitan su utilización solamente en casos que lo justifiquen y sujeta a estrictas medidas confidenciales, si es que la confidencialidad existe aún en nuestros tiempos.

Si un dato personal es aquel que identifica o hace identificable a una persona, el ADN es nuestro dato personal por excelencia; un código único e irrepetible que nos identifica de forma inequívoca. En tiempos en donde pululan en Internet organizaciones y empresas que ofrecen servicios basados en muestras de ADN que se envían incluso por correo muchas veces con fines meramente recreacionales, debemos ser cautelosos de a quien estamos dando nuestro dato personal más valioso, ya que como demuestra el caso de Usry, una vez compartido, no sabemos dónde irá a parar ni qué uso se le podrá dar en un futuro, pudiendo afectar no sólo nuestra privacidad, sino la de nuestros familiares.