El negocio de la privacidad digital

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Por Mauricio París

La privacidad en Internet es tema de moda. Las redes sociales y las aplicaciones móviles almacenan nuestros datos y tenemos muy poco control sobre qué pasa con ellos, quién termina utilizándolos y para qué. Nuestra personalidad digital está expuesta a múltiples riesgos y sin duda este será uno de los principales temas en los que se crearán regulaciones y mecanismos de protección al ciudadano en lo que queda de este siglo. Pero lo que me interesa comentar son los negocios que han surgido en otras latitudes alrededor de la privacidad, y que nos dan una idea de que éste se convertirá en un dinámico sector económico con muchas oportunidades comerciales a corto plazo.

Con respecto a la venta de datos personales, más allá de la venta ilegal de éstos, ahora hablamos de usuarios que, consientes del valor de sus datos personales, los ponen a la venta haciendo uso de plataformas digitales diseñadas al efecto. ¿A quién le interesa comprar sus datos? Pues sin duda a muchas empresas, sobre todo para fines de mercadeo, conocimiento del cliente, establecer patrones de consumo, tomar decisiones de inversión, entre muchos otros usos. En Costa Rica por ejemplo, existen programas de fidelización mediante los cuales trasladamos nuestros patrones de consumo a las empresas a cambio de algunas regalías. Esas regalías son el gancho mediante el cual estas empresas se aseguran que les compartamos información de un enorme valor comercial, que en no pocos casos es compartida con otras empresas sin nuestro consentimiento.

La empresa Luth Research, con sede en San Diego California, paga $100 al mes a las personas que voluntariamente se registren en su programa de monitoreo, mediante el cual ceden a la empresa todos los datos relacionados con su localización, las búsquedas que realizan en Google, el uso de aplicaciones tales como Facebook o Twitter, o las páginas que visitan. Se comparten los patrones de conducta, pero no los mensajes. Es decir, se puede saber cuántas veces consultó un usuario su cuenta de Gmail, pero no el contenido de los mensajes que envió o recibió.

Datacoup, una empresa fundada por un antiguo agente de bolsa de Wall Street, le permite a los usuarios vender su registro de actividad en redes sociales y su comportamiento de consumo mediante las transacciones de sus tarjetas de crédito. Dependiendo del número y calidad de datos compartidos, la empresa paga mensualmente al vendedor una compensación económica por medio de una cuenta de PayPal. Si bien es la misma empresa la que compra los datos, su idea es desarrollar un mercado de compradores interesados, que se maneje por medio de las leyes de la oferta y la demanda.

Por último, a raíz de la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que ordenó a Google eliminar información sensible de los usuarios luego de transcurrido cierto tiempo, han surgido empresas como Eliminalia Borrame de Internet, especializadas en gestionar el “derecho al olvido”, peticionando no sólo ante Google, sino ante otras plataformas, la eliminación de cualquier registro negativo sobre una persona que les contrate. El coste de este servicio oscila entre 500 a 60.000 euros, y según Eliminalia, a pocos meses de iniciada la empresa, ya contaba con 400 clientes, más de la mitad de ellos, políticos.

Sin duda, en tiempos de una economía digital, la privacidad representa una serie de amenazas, pero también un universo de oportunidades de negocio para quienes decidan explotarlas de manera innovadora.