No es magia. Son cosas que apestan en el mundo de la protección de datos

magia

Por Ines Tornabene

En nuestro país, la venta de bases de datos es una actividad que no está prohibida, que no es un delito, pero que puede ser ilícita si, por ejemplo, quien vende, cede o transfiere la base de datos no cuenta con una autorización de cada uno de los titulares de los datos que componen la base para vender, ceder o transferir esos datos.

Es el típico caso de haber comenzado a trabajar en el lugar “X” y al poco tiempo recibir un préstamo preaprobado del comercio “Y” sin que jamás hayas pisado el comercio en cuestión. O cuando te llaman o mandan un mensaje diciéndote que ganaste un auto y no sabés de dónde sacaron tu teléfono celular. Deducimos que de alguna forma que no tiene que ver con la telepatía, esos datos “viajaron” de un lugar a otro, sin autorización, lo cual convierte a ese “pase de manos” en una actividad ilegal. Ilegal (perdón por la redundancia) no siempre es un sinónimo de delictual. Pero sí es sinónimo de ilícito.

Hace un tiempo se realizó un evento sobre tecnologías de la información organizado por varios organismos, algunos nacionales y otros extranjeros. Con auspicio de organismos nacionales, internacionales, empresas, ongs, etc. Y con una fuerte y masiva difusión y repercusión por parte de sus organizadores. No sólo participaron técnicos en el evento (evento de gran trascendencia e importancia para algunos), sino también funcionarios y abogados especialistas en tecnología y en protección de datos personales. Como en la mayoría de los eventos que se desarrollan sobre esta temática tan apasionante para los que nos dedicamos a ella.

La cuestión es que, una de las expositoras llevó a un familiar, no vinculado con el ámbito tecnológico ni del derecho, quien tuvo que registrarse al evento en cuestión. Su única participación fue escuchar la exposición de su familiar, saludar e irse.

Grande fue la sorpresa de la expositora cuando HOY, 9 de mayo de 2013, de un periódico de su país, la contactaron para ofrecerle a su familiar invitado una suscripción de un suplemento tecnológico. Ante la sorpresa, preguntó cómo habían conseguido sus datos y… ay caramba!!! le dijeron que como él había concurrido al evento de mentas, lo estaban contactando porque estaban seguros que le interesaría la propuesta…

Al preguntar quién les había dado los datos, ya que personalmente había inscripto a su invitado a través de un sitio web de los organizadores, le respondieron: “Nosotros fuimos auspiciantes” seguramente algún representante nuestro lo contactó.

Obviamente, nadie había contactado al invitado. Buscaron si el periódico en cuestión había patrocinado el evento (hecho irrelevante, por cierto) y tampoco lo encontraron en la lista de sponsors oficiales.

Esto apesta.

Si los datos personales de los participantes de un evento donde, entre otras cuestiones tecnológicas, se habla de protección de datos personales, se filtran y son usados con una finalidad comercial, estamos mucho más allá que en el horno.

Y esto pasa justo en el momento en que comenzamos a investigar qué sucede con la venta de bases de datos en nuestro país.