Cuando protegemos datos protegemos personas

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Por Eduardo Peduto

Más de una vez hemos sostenido que con el tema de protección de datos personales nos hallamos frente a un derecho novedoso. Y utilizamos este adjetivo en dos de sus acepciones: una de ellas, la más extendida, la que refiere a la cualidad de nuevo; la segunda, menos utilizada en el lenguaje coloquial, es el adjetivo aplicado a aquello antes no fue visto ni oído y que causa, en consecuencia, extrañeza o admiración. No creemos equivocarnos al utilizar la voz “novedoso” en esta doble vertiente.

Vamos a intentar validar su uso en el último sentido. Si bien progresivamente se va extendiendo el conocimiento del tema de la protección de datos personales que en la jerga jurídica es conocido bajo el latinazgo de “hábeas data” y, en tal carácter, su divulgación es aún más restringida socialmente, lo cierto es que como derecho no ha adquirido la suficiente entidad o, al menos, la entidad que poseen algunos otros derechos vinculados a las personas.

También debemos convenir que el conocimiento alcanzado en la comunidad sobre este derecho se haya más vinculado a cuestiones crediticias, patrimoniales o comerciales que a otros campos de los datos personales. Y bajo este genérico “otros campos” estamos englobando a los denominados datos sensibles. Y en definitiva ¿cuáles son los datos que responden a esta categoría? Todos aquellos que revelen o puedan revelar origen racial o étnico, opiniones políticas, convicciones religiosas o morales, afiliación sindical, información referente a la salud o a la vida sexual. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el legislador, de manera aguda y proyectiva, le a hecho un aditamento a esta enumeración: “o cualquier otro dato que pueda producir, por su naturaleza o su contexto, algún trato discriminatorio al titular de los datos.”

Respecto a este último tópico debemos decir que -sin llegar a configurar un campo impreciso e infinito- lo cierto es que son múltiples los terrenos o figuras que encuadran en esta definición. Que van desde aquel que, buscando trabajo, queda fuera de la oferta por vivir en un barrio carenciado o en una villa miseria hasta los padres que reciben un subsidio por la discapacidad de un hijo o los que, por su situación de necesidad extrema, integran la nómina de algún plan de reinclusión social.

En definitiva, todas aquellas personas que, por una razón o por otra, se encuentran estigmatizadas por un imaginario social construido sobre prejuicios y descalificaciones. Y en esto nos vemos obligados a efectuar mención a las herramientas utilizadas para incursionar en el terreno del daño al otro.

Es así que un campo en el que vemos frecuentemente la aparición de conductas que conllevan trato discriminatorio, humillante o descalificador es el del mundo cibernético. Aquello que de manera englobante se conoce como acoso cibernético o ciberacoso y que adopta bajo la forma de mensajes a móviles, correos electrónicos, foros o chats de Internet o redes sociales como Facebook el envío y difusión de cierta información agraviante para alguien, ocultándose tras el anonimato o la posibilidad de construir un perfil falso que Internet les confiere.  Es lamentablemente conocido el caso de personas que sometidas durante largo tiempo han sufrido depresiones agudas, llegado al suicidio o, en un estallido de violencia, han atacado de manera indiscriminada a quienes suponían como sus agresores dado que el anonimato le impedía acceder a la fuente de su sufrimiento.

Finalmente haremos referencia a una de las formas específicas del acoso cibernético: el conocido bajo el nombre de grooming. Consiste en un accionar preparatorio para la comisión de delitos de agresión sexual más graves aún. La utilización de las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) permite a un adulto, mediante la utilización de un perfil falso, acceder a un menor de edad y mediante engaños crear una conexión emocional, siempre con el objetivo de llevar adelante un abuso de tipo sexual.

Es así que llegamos al comienzo o más que a él, al título de estas líneas: cuando protegemos datos protegemos personas. Esta es la esencia de nuestra acción tanto en la divulgación, capacitación, investigación o cuando receptamos denuncia sobre la vulneración de datos personales. Hacer hincapié, nunca suficiente nunca vasto, que cuando nos abocamos a la protección de datos personales estamos protegiendo personas. Estamos protegiendo su intimidad, su privacidad, su dignidad. Su ciudadanía, entendida ésta en el sentido amplio en que hoy es reconocida por el desarrollo de las ciencias sociales. En definitiva, estamos protegiendo su mayor atributo: su condición de ser humano.