Desde muy joven sentía atracción absoluta por la política, me parecía tremendamente inteligente aquel hombre o mujer que militaba en determinado movimiento o partido político de mi país. Recuerdo también que era muy jovencita cuando por primera vez estreche la mano de un presidenciable que llego a mi barrio para hacer política.
Este presidenciable era encantador, amado por muchos y odiado por otros tantos; sin duda alguna el personaje más carismático de la historia de Honduras que eventualmente llego a ser presidente (1990-1994). Al ver a este hombre tan espontáneo, guapo, simpático, joven, increíblemente inteligente, egresado de una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos; entonces decidí que definitivamente me gustaba la política.
Para el año 2001 ya era toda una estudiante universitaria y se me presentó la posibilidad de un entrenamiento para participar en los comicios de ese mismo año. Ni corta ni perezosa dije claro que si!!!!! Participe en las elecciones internas y en las generales con un resultado enriquecedor para mi persona pues al partido que representé en las mesas electorales resulto ser el ganador absoluto, con una victoria arrolladora.
Esa experiencia fue crucial pues aprendí ciertas lecciones:
Que las elecciones se ganan en las mesas, allí se liberan batallas campales entre uno y otro representante de los partidos políticos en contienda; allí se miden fuerzas, argumentos, astucias, estrategias; y se puede apreciar todo aquello que se presta para que estos procesos se vuelvan viciados etc.
Debes mostrarte seguro ante tus oponentes y contrincantes, con una imagen sólida de que te conoces todo el proceso y por supuesto la ley. Para mi persona resultó muy fácil aprender el complicado proceso pues tenía cuatro instructores especialistas en elecciones a mi entera y absoluta disposición; mi padre, mi tío y dos buenos amigos que el día de las elecciones se dedicaban nada más que a la logística y a la estrategia, tipos con un gran conocimiento electoral.
Aprendí que después de largas y extenuantes reuniones y entrenamientos a lo largo de la campaña presidencial, al final todo se resume a la elaboración de las benditas actas de cierre que por supuesto resulta en un tremendo tedio que implica conteo voto por voto, discusión de los votos que posiblemente se anulen, aquellos que son blancos, los sobrantes, relación de los incidentes durante el proceso; por supuesto la redacción final de las mismas que son hechas a puño y letra etc. En la mayoría de los casos una mesa electoral se gana a base de constancia, buen entrenamiento y por supuesto mucha garra para fajarte y luchar por los votos hasta el final.
Los partidos políticos grandes absorben con tal facilidad a los partidos emergentes y pequeños, prueba de esto es que el proceso es tan largo que muchos de los integrantes de las mesas muestran signos de debilidad y cansancio se desinteresan o se aburren, se levantan de la mesa con un mínimo pretexto, se desenfocan, tiran la toalla, misma debilidad que es aprovechada por los partidos de siempre y de antaño. Al final cuando se ha levantado el acta de cierre, los representantes se reintegran con tal rapidez para que su firma aparezca en la misma y así asegurar que serán parte de la historia democrática del país.
De esto fui testigo por lo menos en el proceso que estuve presente siendo yo presidente de mesa. Esta práctica ha sido el pan nuestro de cada elección hasta noviembre del año pasado. Hasta hace poco parecía impensable siquiera traer a la mesa del debate público un tema semejante como la inclusión del innovador “Voto Electrónico”. Hoy con la aparición de un considerable número de partidos en la escena política que poseen en sus filas ilustres profesionales, gente de avanzada, rostros nuevos y frescos con grandes ideas, jóvenes talentosos, universitarios y profesionales de todas las disciplinas y de todos los estratos sociales pujan desde sus trincheras porque el voto electrónico en nuestro país se convierta en una realidad para los próximos comicios; lo que supondría el salto histórico de nuestra Honduras en materia tecnológica electoral.
Puedo imaginarme y es de suponer que está tecnología vendrá a modificar al cien por cien este tedioso, engorroso y jurásico proceso manual del que hemos sido actores en su momento; donde para entregar un voto conlleva toda una ceremonia desde las firmas, el revisado de las mismas y por supuesto la larga espera que supone al votante el momento para poder ejercer el sufragio y cumplir con el sagrado compromiso de fortalecer la democracia.
Actualmente se ha integrado una Comisión Técnica que se dará a la tarea de evaluar todas las implicaciones económicas, políticas, técnicas y de factibilidad que conlleva este ejercicio; existe voluntad política de parte de los sectores involucrados; ha habido claridad por parte de los magistrados del Tribunal Supremo Electoral (TSE) al pronunciarse sobre el mismo y decir que emitirán una opinión objetiva basados en nuestra realidad nacional y posteriormente será turnado al Soberano Congreso Nacional quien dictamine y de la última palabra sobre el tema. Nosotros los ciudadanos aguardamos impacientes porque este novedoso sistema sea aprobado en nuestro amado país y ayude a fortalecer y transparentar nuestra democracia.