¿Quién enseña a los nativos digitales a vivir en la red?

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Por Óscar Costa Román

En muchas ocasiones nos vemos superados por niños que manejan las nuevas tecnologías muchos mejor que nosotros y es que hoy en día, los niños han dejado de venir con un pan debajo del brazo para hacerlo con un gadget último modelo.

Está claro que nos encontramos en una clara desventaja en el manejo de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), ya que cuando nosotros éramos pequeños, lo más parecido que teníamos a una de las actuales videoconsolas, eran esas grandes máquinas recreativas que contaban con solo 256 colores y en las que nuestra misión era deshacernos de todas las naves invasoras, disparando rayos láser. Hoy en día, cualquier niño de 12 años sabe utilizar perfectamente un dispositivo inalámbrico, que permite jugar en tiempo real con otra persona que está en la otra parte del planeta y que hace solo 30 años, hubiese parecido sacado de una película de ciencia ficción. Lo mismo que pasa con los dispositivos electrónicos, sucede con los nuevos entornos en los que se socializan las generaciones.

Los amantes del cine y sobre todo los sociólogos y psicólogos, recordarán la película basada en hechos reales «El pequeño salvaje» (Francia, 1960), en la que se narraban los problemas de socialización que tenía un niño, que había pasado los primeros años de su vida abandonado en el bosque, conviviendo con los animales, de los que había aprendido todo lo que sabe. Hoy en día se han cambiado las tornas y no somos precisamente los adultos los que mejor nos manejamos que la selva que suponen las Redes Sociales y es aquí donde radica el principal problema: padres y educadores nos encargamos de que los más pequeños adquieran los patrones de conducta que la sociedad considera adecuados para una correcta socialización en el mundo físico, pero ¿quién se encarga de esta formación en el mundo virtual?

Estamos ante un grave problema y es que los adultos, en muchas ocasiones, no están dotados de los conocimientos necesarios para poder asesorar a sus hijos o alumnos y estos demandan su presencia en las redes sociales para poder relacionarse con sus iguales. Por lo tanto adultos y menores nos encontramos solos de una forma o de otra en la misma selva.

Es frecuente encontrar a muchos padres y profesores que desaconsejan el uso de las redes sociales a los menores, pero ¿es esto lo correcto? Pongamos un ejemplo con un caso más habitual para aquellos que ya peinamos alguna cana: ¿qué sucede cuando un niño no se relaciona con gente de su misma edad? Muy sencillo, no aprende a socializarse con sus iguales y le costará entablar relaciones normalizadas con gente de su edad. No con esto quiero decir que debemos darle rienda suelta a los niños en el cibermundo, si no que debemos integrarnos en su mundo para ayudarles, orientarles y aconsejarles.

Es frecuente que los padres deleguen en los docentes la labor educacional de sus hijos, así como es también muy frecuente que los docentes se laven las manos diciendo que son los padres los que tienen que educar a sus hijos en casa. Planteemos las cosas tal y como son: en España, actualmente aproximadamente unas cinco horas y media sin quedarse al comedor ni a ningún tipo de actividad extraescolar, calculando que el menor duerme nueve horas diarias, rápidamente deducimos que pasa con sus progenitores (o abuelos o cuidadores), unas diez horas diarias. Es totalmente ilógico por tanto decir que la educación debe recaer de forma exclusiva sobre los padres o los docentes, todas las personas que aparecen en la vida de los menores, deben participar en su proceso educativo (entendiendo este como la adquisición de valores y patrones éticos), ya que es más fácil (y lógico) que todos “rememos en la misma dirección” a que cada uno haga “la guerra por su cuenta”. Esto me lleva a dejar una pregunta en el aire: ¿se controla quien participa en la educación de los menores en el cibermundo, aconsejándoles y orientándoles?

Vayamos ya al apartado de la privacidad. A quién no le han dicho alguna vez sus mayores eso de “no hables con desconocidos”, “no cojas caramelos de quien no conoces”, etc. etc. Entonces, ¿por qué un adolescente tiene más de 300 amigos? ¿por qué una gran parte de menores queda en la vida real con personas que ha conocido en el cibermundo? ¿por qué la gran mayoría de los padres no sabe con quién hablan sus hijos y comparten información?

Es cierto que ser madre o padre no es una tarea fácil y que cada día se encuentran con más dificultades, pero al igual que ningún padre quiere que sus hijos viva en una burbuja y por eso le llevan al colegio, al parque y a eventos sociales apropiados para su edad, no podemos aislar a los menores de un mundo del que son (tal y como les define Mark Prenskey) “nativos digitales”. Es por tanto que es una obligación tanto por parte de los padres, como de los docentes, formarse en esta área para ayudar a los más pequeños y protegerles (sin agobiarles), de los muchos peligros que hay y buscando los entornos más apropiados para cada edad.

Por último, me gustaría destacar la importancia de concienciar a la sociedad de la importancia que tiene poner a buen resguardo aquella información o material que no queremos que se difunda: son numerosos los casos de personas anónimas que han saltado, tristemente, a la fama por fotografías o vídeos que se deberían haber guardado en la intimidad y de forma más o menos accidental se han hecho públicos. Pero no es un problema solo del usuario de a pie, son numerosos los casos de famosos, que han visto publicados en Internet datos personales o material de su vida privada. Es fácil hacerse la pregunta, ¿entonces estamos más desprotegidos que antes? A lo cual respondo: no, simplemente tenemos que aprender a preservar mejor nuestra intimidad.