La sincronía, la teoría del caos y la protección de datos

caos

Por Ines Tornabene

Cuando en 1996 asistí al seminario “Mundo Digital” que dio Nicholas Negroponte en nuestro país, no podía imaginar que, tan solo doce años más tarde, una abrumadora mayoría de las situaciones que planteaba como hechos que sucederían en el futuro, se cumplirían. Hace unos días atrás recordé un ejemplo que dio en ese seminario, y eso me llevó a releer su libro, Being Digital y no pude dejar de sonreir en cada página al pensar como tiempo y espacio se confundían:  estaba leyendo un libro del “pasado”, que relataba cosas que ocurrirían en el “futuro”, pero esas cosas ya habían ocurrido y muchas están ocurriendo en el presente, y aún así, el libro sigue siendo actual en muchos aspectos y sigue pareciendo de “ciencia ficción” en otros, en especial en aquellas cosas que ya se cumplieron.

El cambio ocurrido en apenas una década es el que hace mención la Dra. Pierini en su artículo de opinión del N° 1 de Hábeas Data, una verdadera revolución. Mientras escribo este artículo, en mi laptop, escucho la radio por internet, recibo notificaciones de mails, algún amigo me interrumpe desde el chat y alguno de mis hijos me manda un mensaje de texto…  toda una vida inmersa en el mundo digital que Nicholas Negroponte nos adelantaba hace doce años atrás cuando muchos lo miraban con mucha, pero muchísima, incredulidad.

El ejemplo de ese día fue el siguiente: el salón, en un hotel internacional de la Ciudad de Buenos Aires, estaba repleto de gente y el entonces director de Laboratorios de Medios del MIT nos pidió que aplaudiéramos, pero al unísono. Luego de los dos o tres primeros golpes desincronizados, las trescientas o cuatrocientas personas comenzamos a aplaudir en perfecta sincronía. Su idea fue que pudiéramos percibir que, aún sin conocernos entre nosotros, aún siendo muchos, aún sin compartir el idioma, sin ningún entrenamiento previo y sin un reglamento que nos dijera cómo y cuándo aplaudir, podíamos ponernos de acuerdo. No era hoy, era un momento donde Internet estaba en pañales, donde proliferaban los BBS, los MOO y Mosaic, cosas tan antiguas como el hombre de Neanderthal pero muy cercanas en el tiempo. Pero en esa prehistoria internética, Negroponte planteaba que Internet sobreviviría siempre y cuando no hubiera autoridad de aplicación ni normas que la regularan. Y también en esto acertó.

Podemos pensar que Internet es hoy “el” mundo digital, el mundo de los bits; nosotros, como usuarios de distintos servicios, entramos y salimos permanentemente de ese mundo, y ese mundo ingresa en el mundo de los átomos de distintas formas. Ambos tienen reglas distintas; Internet es un mundo caótico funcionando en sincronía. El mundo de los átomos es un mundo reglado que funciona caóticamente. Derrick de Kerckhove ha descrito Internet de varias formas, y su visión de las cibertecnologías, la cultura y el uso del lenguaje es siempre un estímulo para el pensamiento. Así, ha dicho que Internet es una entidad autoorganizada, tanto porque individualmente nadie puede responsabilizarse de su orden como porque resuelve las diferencias sobre una base ad hoc, audoadaptándose a cada instante a unas condiciones que varían constantemente, aunque su efecto general se mantenga estable. Es también quien habla de un “inconsciente conectivo” que se integra y se autoorganiza.

Esta forma de ver Internet, como gran red de redes, implica reconocer que no tiene centro y que las relaciones que se establecen pueden ser asimétricas, complementarias o incluso discrepantes. En Internet, más que navegar, se bucea. Y el rumbo no es lineal es hipertextual. El mundo internético es laberíntico, y lo cierto es que el espacio también pierden el sentido con el cual la mayoría de los mortales lo manejamos a diario: cuando navegamos por Internet, lo hacemos sin rumbo y sin saber dónde, exactamente, están las cosas, en el mundo real.

Sin embargo, navegamos por Internet para llegar a algún lado… pero sin movernos del teclado. “Abrimos” y “cerramos” “ventanas”, muchas veces en forma aleatoria, sin saber qué nos espera del otro lado, entrópicamente.

Y con el tiempo ¿qué ocurre? Algo parecido a lo que le pasaba a Tsúi Pen de Borges en El jardín de los Senderos que se bifurcan que “no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos. En una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproxima, se bifurcan, se coartan o que se ignoran, abarcan todas las posibilidades”. La inmediatez de la comunicación a través de Internet hace que podamos tener una sensación de manejo del tiempo incomparable con la de nuestro mundo de átomos.

Pero, en suma, todo lo que hay en este mundo digital, son bits. Bits de información. Internet proporciona, al mayor número posible de gente, la posibilidad de acceder a la mayor cantidad de información posible. Esto, nuevamente siguiendo a de Kerckhove, nos propone una modalidad completamente nueva de distribución de la memoria y la información. Y también nos propone un nuevo concepto de identidad: “el yo siendo”, esto es, la propia identidad en continuo proceso de desarrollo para llegar a ser.

Entonces, si observamos este proceso, cortísimo en el tiempo histórico y profundamente revolucionario en sus consecuencias, tenemos que empezar a sospechar que la humanidad está frente a un fenómeno que afecto los conceptos conocidos del tiempo, del espacio y de la propia identidad. Y toda revolución de este tipo implica un cambio de paradigma.

Un nuevo paradigma podría implicar, y sigo con de Kerckhove, desplegar una educación que nos permita adaptar a las nuevas identidades conectivas del cibermundo las antiguas identidades privadas o simplemente crear nichos en los que sigamos protegiendo las antiguas identidades.

Por el momento, mientras vivimos en pleno vórtice, tenemos a nuestro cargo proteger una porción de esos bits que circulan por el mundo de átomos o el mundo de bits. Pero no podemos dejar de ver que los cambios ya no se avecinan con mucha velocidad, sino que están ocurriendo en este preciso  momento. Y si bien el mundo de la información y las nuevas tecnologías puede parecer caótico, encierra en sí mismo un orden que surge de su propio sistema interno de relaciones, un orden distinto, permanentemente cambiante, orden al cual las generaciones más jóvenes se adaptan permanentemente y no les causa asombro.

La educación y el aprendizaje, entonces, es el desafío para todos aquellos que pretendemos proteger los datos personales. Y el desafío es enorme, porque educar implica repensar algunos conceptos y aprender otros nuevos. Y tener en cuenta que las alternativas son complementarias. Si queremos combatir la pedofilia que utiliza Internet como una herramienta, además de investigar perfiles en MySpace y Facebook, como algunos ministros de justicia de varios estados estadounidenses están haciendo, tenemos que pensar también en educar a los niños y a los jóvenes de forma tal que, cuando reciben algún acercamiento de tipo sexual a través de Internet, nos avisen en forma inmediata.  Ninguna de las dos acciones se contrapone, sino que se complementan. Esto es sólo un ejemplo para que se avisore de qué forma la protección de los datos personales se inmiscuye en ámbitos tan privados y sensibles como la calidad de información que intercambian padres e hijos en materia sexual.

Todo esto va de la mano con el concepto de responsabilidad en el uso de las herramientas que tenemos a nuestra disposición. De la misma forma que nadie caminaría por la calle con un cartelito con su número de cuenta bancaria y su clave, nadie debería incorporar ese tipo de información a una red social. Aunque parezca un razonamiento evidente, hay mucho para educar y para aprender aún al respecto, y es parte de la adaptación a la coexistencia del mundo digital y el mundo de los átomos.

Por eso, no todo en la protección de datos personales se limita a lo que regulan las normas vigentes. Y el trabajo no puede hacerse en forma aislada. La globalización que implica el mundo digital, la proximidad que logramos con otros pares del resto del mundo, el vencer la barrera del tiempo, todas esas ventajas, tienen que favorecer el intercambio de ideas y la generación de nuevos conceptos. No es un tema sólo del ámbito jurídico, sino que deberemos sumar los aportes de otras ciencias y especialistas, en especial de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, de la Psicología y la Tecnopsicología, la Sociología, la Antropología, entre otras, para el intercambio de ideas y la generación de verdaderas redes de pensamiento.